En esta lección se muestran los aspectos básicos del alfabeto y fonética del latín.
El alfabeto latino sufrió ligeramente algunas variaciones, pero en general encontramos las siguientes letras.
A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, U (V), X, Y, Z.
Las letras siempre se escribían en mayúsculas. Sólo ahora hacemos uso de las minúsculas para adaptarla a nuestras preferencias. No obstante, se siguen utilizando mayúsculas como en español, al principio de párrafo y para indicar nombres propios. En latín, no obstante, también lo hacemos con las iniciales de adjetivos o adverbios si están derivados de nombres propios.
La letra G fue añadida posteriormente con una función similar a C.
La letra K fue cayendo en desuso hasta ser casi sustituida por C. No obstante, se siguió utilizando en las abreviaturas (K. como nombre propio o Kal. de Kalendae).
Aunque no tenían la J, veremos la utilización de ésta en textos modernos para designar el sonido de la i consonante (juvenus). Lo mismo sucederá con V para enfatizar el valor de u vocálica (video).
Las letras Y y Z se añadieron posteriormente para poder adaptar las palabras de origen griego.
En cuanto a las vocales, en latín se hace uso de las cinco vocales clásicas (a, e, i, o, u) pero debemos atender dos particularidades. La primera es que las vocales pueden ser breves (˘) o largas (¯) aunque los textos latinos originales no las diferenciaban en las escrituras. Estos símbolos son el acento breve y el macrón respectivamente. Se pueden usar tanto en html como con herramientas que usen unicode. Esta distinción influye en duración de la pronunciación de la vocal. Normalmente si la vocal no tiene ningún rasgo identificativo entendemos que es breve. Esta distinción no es tan importante al principio, pero debemos entender que a veces puede tener un significado léxico o incluso gramatical. Por ejemplo para diferenciar mālum (manzana) de malum (algo que es malo). Añadidos el acento breve y el macron a las diferentes vocales tenemos la siguiente combinación:
ă, ā, ĕ, ē, ĭ, ī, ŏ, ō, ŭ, ū
La segunda particularidad es el empleo de diptongos (combinación de dos vocales). Los más frecuentes son ae, au, y oe. Otros también utilizados son eu, ei, oi y ui. Alguna particularidad que debemos tener en cuenta es la pronunciación. La u siempre se pronuncia (incluso ante q o g) y al igual que i, delante de otras vocales adquieren valor consonántico (v, j). Podemos encontrar los diptongos ae y oe con las grafías æ y œ para expresar la ligadura. Como curiosidad podemos decir que en latín vulgar estos diptongos se solían pronunciar e.
En latín podemos mencionar la clasificación general de consonantes en oclusivas, líquidas, nasales y fricativas.
La pronunciación es similar al castellano, aunque debemos realizar algunas puntualizaciones. Por ejemplo, la C suena como K, la G siempre suena igual (incluso ante e, i) y la H se aspiraba levemente. La Z, que es una incorporación tardía, suena DS.
Hay algunas combinaciones de consonantes que también merecen explicación. Por ejemplo, cuando aparece LL se pronuncian ambas eles por separado (Ille → il-le). Cuando encontramos CH, TH o RH, la H no suena pero cuando estamos ante PH, se pronuncia F. Por otro lado, X es un sonido mixto, se pronuncia como como C, K, G + S (rex→regs).
En el latín eclesiástico, se han producido también algunas particularidades. Por ejemplo CE, CI (suenan CHE, CHI); GE, GI (como en francés); TI (TSI); GN (Ñ). En el latín eclesiástico, también denominado a veces romano, la H se pronuncia K (níhil → níkil).
La cantidad hace referencia al tiempo que se invierte en pronunciar una sílaba. Los diptongos son siempre largos.
Una sílaba es breve en dos situaciones. Cuando contiene una vocal breve y es abierta (fuga, domina) ο no va seguida de dos consonantes (dŏmĭnus, cĕlĕrĭtas). Y cuando la vocal es larga (o diptongo) y va seguida de otra vocal (aūrĕus, mĕus, omnĭa).
Una sílaba es larga en tres situaciones. Cuando tiene un diptongo (caelum, laude), cuando contiene una vocal larga y cuando la sílaba es cerrada.
La posición también puede determinar que una sílaba sea breve o larga. Será larga por ejemplo si las consonantes que siguen a la vocal tienen cierta duración o si va seguida de dos consonantes. Por otra parte, si una sílaba es por naturaleza larga, se pronunciará de manera breve si va continuada de una palabra que empieza con sílaba.
Los romanos no usaban el acento ortográfico pero podemos ver dicho signo en algunos libros pedagógicos para facilitar la pronunciación del lector o aprendiz. Según algunos gramáticos, el acento latino era más fuerte en intensidad que el que usamos en las actuales lenguas romances.
Las palabras de dos sílabas son llanas. Las que tienen más de dos pueden ser llanas si la penúltima sílaba es larga (amīcus, frumēntum) o esdrújula, si es breve (domĭnus, íncŏla). Sólo hay algunas palabras que podríamos considerar agudas, pero ocurre porque han perdido la vocal final.
En latín hay palabras átonas (sin acento). Es el caso de las proclíticas cuando una palabra se une fonéticamente a la palabra siguiente bajo el mismo acento (inter homines) o encíclicas, cuando una partícula se liga a una palabra como un sufijo (-que, -ve, -ne, -ce, -met) actuando de igual manera como una palabra compuesta.
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