Aunque se podría hablar detenidamente de los Yacimientos mesopotámicos de naturaleza arqueológica y material, desde las fases de excavación, los horizontes culturales encontrados y los artefactos encontrados, me he decantado por exponer brevemente diez yacimientos que aparecen en la obra de Gwendolyn Leick, Mesopotamia. La invención de la ciudad, porque no se centra exclusivamente en la parte arquitectónica de los yacimientos mesopotámicos, da una visión más general de todo al amplio horizonte cultural de la región y nos pueden servir para tener posteriormente algunas referencias a las ciudades que vayamos mencionando en las futuras entradas del blog. En la sección principal de asiriología podéis ver más entradas similares.
Los primeros intentos de excavación fueron realizados en 1854 por J. E. Thompson y continuados en 1918 y 1919 por Reginald Campbell Thompson (1876-1941) y Henry Reginald Holland Hall (1873-1930) respectivamente. Entre 1946 y 1949 se iniciaron trabajos de labor arqueológica dirigidos por Fauad Safar (1911-1978) y asesorados por Seton Lloyd (1902-1996) que dieron notables frutos. En primer lugar se pudo descubrir un zigurat perteneciente a la III dinastía de Ur, debajo de la construcción había restos de un muro perteneciente al período Ubaid tardío (c.3800 a.C) y otros restos que se remontan al nivel Ubaid I, como una capilla del año 4900 a.C construida con adobe. También hay que destacar el descubrimiento de un cementerio del periodo Ubaid que permitió rescatar una gran cantidad de restos óseos, cerámica y ajuares
Uruk fue descubierta en el lugar que los árabes llamaban Warka, como una de las ciudades madres de la antigüedad. El nombre actual es la versión babilónica del sumerio Unug. Las primeras investigaciones sucedieron en 1849 de manos de Sir William Loftus (1820-1858), motivado por la importancia del lugar y por la defensa de Sir Henry Rawlinson de aquel lugar debía hallarse la bíblica ciudad de Erech. Entre 1850 y 1854 se realizaron exploraciones en los montículos más prominentes, aunque de una manera superficial y rutinaria. En 1912 se volvió a realizar una investigación motivada por la arquitectura del lugar. No obstante, las excavaciones se realizaron de 1928 a 1939 y tras la guerra, de 1953 a 1990. La mayor parte de los trabajos se centraron en dos montículos, el de Eanna (los niveles más antiguos pertenecen a la cultura Ubaid) y el de Kullab y aunque al principio los hallazgos estuvieron centrados en el ámbito arquitectónico, también se logró rescatar información relativa al enigma que representa el periodo Uruk. Este ámbito cultural se extendió durante al IV milenio a. C. Posee algunos rasgos diferenciadores como una cerámica con rasgos estilísticos muy específicos, la presencia de edificios multifuncionales y sellos cilíndricos y tablillas cuneiformes. Esta cultura no sólo se encontró en este yacimiento, sino que su rango geográfico se extiende más allá de la Baja Mesopotamia y llegó a Siria, parte del sur de Irán y el sur de Anatolia. Esta riqueza y complejidad fue base para fundamentar teorías sobre la posibilidad de un modelo de Estado centralizado que utilizaron la burocracia para administrar las crecientes interacciones entre los grupos de población, incluyendo actividades económicas a gran escala. Uruk fue un nucleo urbano importante y hoy sigue siendo uno de los yacimientos mesopotámicos más relevantes.
Aunque se habían encontrado algunas figuras y sellos en el lugar, la primera excavación ocurrió de la mano de Hermann Hilprecht y Robert Koldewey. En el lugar, denominado Fara se encontraron tumbas, sellos y 840 tablillas. La ciudad se había incendiado, lo cual permitió conservar las tablillas de barro. En las inscripciones se pudo corroborar el nombre del lugar, Shuruppak, morada del héroe Utnapishtim de la epopeya de Gilgamesh. La excavación fue abandonada en 1903 por los alemanes y continuada por la Universidad de Pennsylvania, con H. Schmidt durante un tiempo. Desde entonces sólo hubo una excavación en 1973, con Helen Martin. Las razones del escaso interés del lugar se debieron a que no contaba con restos arquitectónicos de gran envergadura. La ciudad surgió en el periodo protodinástico I (3000-2750) hasta el protodinástico III (2600-2350), alcanzando hasta entonces unas 100 hectáreas. Tuvo una época de apogeo en torno al año 2000 a.C (en periodo Ur III) pero cayó en declive tras la desintegración del imperio de Ur, hasta su incendio y posterior abandono.
A pesar de ser una de las ciudades más conocidas de Mesopotamia y centro del imperio durante siglos, todavía está esperando su descubrimiento, es por tanto uno de los yacimientos mesopotámicos más ansiados debido a la importancia política que desempeñó esta metrópolis durante el periodo acadio. El periodo conocido como Akkad se inicia oficialmente con el reinado de Sargón (2340-2284), momento en el cual la ciudad se convirtió en la capital de todo un entramado de ciudades-Estado que configuraban la antigua Mesopotamia. Hoy conocemos la historia de la ciudad y del imperio por las tablillas que encontradas en otros lugares. La mayor parte de información del Imperio Acadio se ha conservado gracias a las tablillas escritas quinientos años más tarde, durante el período babilónico antiguo (c.1800-c.1600) que narran hechos acontecidos presuntamente entre 2370 y 2223 a. C. El texto conocido como La maldición de Agade podría haberse escrito poco después de la caída de la ciudad, en torno al año 2000 a. C., pues narra parte de la historia de la ciudad hasta la crisis, que surge a consecuencia de la desaprobación de Enlil y el abandono de los demás dioses. Tras este hecho, el monarca Naram-Sin tendrá un sueño en el cual su ciudad quedará abandonada y sus riquezas serán saqueadas.
Ur tiene su origen en el período Ubaid. De esta ciudad se destacan el santuario de Nannar y el hecho de que fue una ciudad que nunca cayó, pues fue restaurada por Nabucodonosor II (605-562) e incorporada más tarde al Imperio aqueménida (550-330). Su excavación empezó en 1854 con J. E. Taylor aunque los primeros restos pertenecían al periodo caldeo. Durante la primera Guerra Mundial, Campbell Thompson empezó su proyecto en Ur y Eridu, lo cual fueron seguidos de H. R. Hall. (1918-1919) y Leonard Woolley (1920-1934). Fruto de estos proyectos se descubrirían las tumbas reales y en 1970, el gobierno iraquí empezaría la restauración del zigurat de Ur-Nammu. En los yacimientos, Woolley encontró una extensa barrera de lodo que dividía los estratos considerados sumerios de los Ubaid, un hecho que alimentó la hipótesis del gran diluvio y que inclinó la balanza al pensar que el pueblo sumerio fue fruto de pobladores posteriores que se asentaron y se mezclaron con los antiguos supervivientes nativos. De entre todos los yacimientos mesopotámicos, éste destaca también porque fue aquí donde se encontraron los documentos de Enheduanna, que es considerada como la primera mujer escritora. La ciudad tuvo un papel destacado como capital durante la dinastía Ur hasta el fin de la Ur III cuando Ishbi-Erra, junto con Nippur e Isin, se hicieron con el control del imperio y apareció una nueva dinastía en esta última ciudad. La ciudad sorprendentemente no fue destruida durante ese conflicto sino por Shimashki y Elam, hechos que fueron reflejados en el texto Las lamentaciones por la destrucción de Ur. No obstante, la ciudad sería reconstruida en la posteridad, en periodo babilónico, aunque nunca volvió a alcanzar la gloria de antaño.
Los restos de Nippur estaban situados en una región que por aquel entonces era pantanosa. En 1851 Austen Layard inició el primer intento de excavación que no tardó en abandonar. En 1887, J. P. Peters empezó las excavaciones. Su metodología, aunque improvisada y basada en túneles y fosas, dio resultados. 17.000 tablillas lograron rescatarse y fueron enviadas a Filadelfia. En 1890 fue relevado por H. Valentine Gere, el cual utilizó una metodología más rigurosa, pero dando fruto a ciertas controversias sobre los hallazgos. Tras la guerra, en 1948 se reanudarían los trabajos de la mano del Instituto Oriental de Chicago, los cuales no finalizarían hasta 1990. De entre todos los yacimientos mesopotámicos, este destaca por el amplio horizonte cultural que abarca. El descubrimiento del templo de Inanna permitió testimoniar su extensa trayectoria, desde el período protodinástico, cuando fue construido, hasta la ocupación de los partos en el s. III a. C. La ciudad, no obstante, tuvo su mayor época de esplendor en el período Ur III. Aunque la ciudad no fue sede de ningún gobierno centralizado o capital de algún imperio, la producción de tablillas permitió reconocer la presencia de una élite intelectual y la ciudad debió labrar, junto con su neutralidad, un prestigio como ciudad de académicos.
Esta ciudad se asentó durante el periodo Uruk, cuando los ríos Tigris y Éufrates se unían en su tramo. La primera población se construyó sobre una elevación cerca a los valles. La primera excavación fue realizada por Hormuzd Rassam en 1880 sobre el montículo de Abu Habbah. Sus esfuerzos pronto dieron frutos y no tardó en relacionar la ciudad con la bíblica Sefarvaim. De esta ciudad se destacó su actividad comercial y la presencia de numerosos templos. El Ebabbar fue le templo más importante, dedicado al dios-sol, pero también había otros templos menores dedicados al dios Sin, a Adad y a otros dioses introducidos posteriormente como el babilonio Marduk o el amorreo Amurru. También es importante mencionar del gagum de Sippar y las naditu, mujeres que durante el periodo babilónico vivían reunidas en un mismo lugar, apartadas del matrimonio y con libertad para administrar la herencia y participar en proyectos comerciales de la ciudad.
Fue una ciudad asiria dedicada al dios Asur, un emplazamiento sagrado que llego a ejercer de capital durante el auge de los reyes asirios. Fue descubierta por Claudius James Rich en 1821 aunque su importancia se vio más adelante, con la llegada de Austen Layard y Hormuzd Rassam en 1840. Aquí se encontró la primera estatua asiria (una efigie de Salmanasar III). Entre 1903 y 1913, los alemanes realizarían excavaciones sistematizadas, pero centrando sus esfuerzos en la estratigrafía y los espacios arquitectónicos. Aunque se intentó en un primer momento encontrar horizontes más allá del II milenio, se encontró un horizonte amplio documentado entre los niveles protodinástico y Ur III. Del periodo protodinástico III (c.2600-2350) se puede destacar un templo arcaico de Ishtar que pudo ser construido a inicios del III milenio. No obstante, la parte más conservada pertenece a los siglos IX y VIII antes de nuestra era, que corresponde en parte al período Asirio Antiguo. Posteriormente, en el 614, los Medos destruyeron la capital, aunque posteriormente los Partos edificaron sobre sus ruias, Assor y durante el período Sasánida, se emplazó un caravasar cerca. De entre los yacimientos mesopotámicos citados, éste a veces es referenciado por los excelentes trabajos de sistematización dentro del mundo arqueológico.
De los yacimientos mesopotámicos, podemos mencionar ahora esta ciudad asiria dedicada a la diosa Ishtar, vinculada a la guerra y al amor. El antiguo montículo se puede encontrar dentro de la propia Mosul. En 1842, Émile Botta realizó las primeras exploraciones, aunque sus hallazgos fueron escasos. Austen Layard, en 1845, encontraría en la ladera meridional de Kuyunjik, un palacio. Tras su vuelta al viejo continente, le sucedió Mormuzd Rassam. Aunque no contó con grandes fondos y tiempo, logró encontrar losas esculpidas y una gran colección de tablillas cuneiformes. En 1854, H. C. Rawlinson, continuó sus trabajos en el palacio de Asurbanipal. En 1873, llegó George Smith para reconstruir parte de la información que faltaba en otras tablillas, pero, aunque logró reconstruir la historia del diluvio, falleció tres años después de disentería. En 1904, Campbell Thompson se centraría en la arquitectura, encontrando el templo de Nabu en primer lugar y el templo de Ishtar en 1927, tras su vuelta. Los niveles previos al templo se remontan incluso al sexto milenio y posteriormente los estudios de Mallowan revelaron que los cimientos estaban tallados sobre una superficie previamente tallada en el IV milenio, aunque actualmente se sostiene que el templo empezó a construirse en periodo Acadio. Se cree por ejemplo que el templo fue erigido por Shamshi-Adad I. El culto a esta diosa prosperó en el segundo milenio, aunque el templo sufrió varias reconstrucciones debidas a los terremotos. El templo a Nabu fue construido posteriormente, por Sargón II. Su fin llegó en el 612, tras el ataque de los Medos que previamente habían conseguido destruir Asur en el 614.
Fue una ciudad histórica de vital importancia debido al papel que ejerció durante diferentes periodos y por las referencias bíblicas, que marcaron Babilonia como un ejemplo de decadencia y crueldad. Sus primeras excavaciones fueron muy anteriores, pues entre 1811 y 1817 Claudius James Rich ya hizo los primeros intentos de rescatar el pasado. Aunque varios pasaron por sus ruinas, el mayor logro vino de la mano de Koldewey, en 1899, el cual despejó la puerta de la ciudad mostrando el camino de Marduk de la época de Nabucodonosor II (605-562). Los estudios sistemáticos realizados en diferentes emplazamientos de la ciudad trataron de llegar a horizontes de finales del II milenio, pero dicho objetivo no pudo ser alcanzado por los niveles freáticos del lugar. Koldewey seguiría allí incluso durante la guerra, en condiciones pésimas de salud hasta su muerte acontecido 1925, después de negarse a recibir atención médica. Aunque no llegó a ver la puerta de Ishtar reconstruida, despejó gran parte de la estructura, incluyendo la fachada de la sala del trono y otros emplazamientos posteriores. En 1970 se iniciarían nuevas investigaciones y nuevos hallazgos tendrían lugar como un templo dedicado a Nabu. Los hallazgos solo permiten trabajar con estratos posteriores al I milenio, pero podría decirse que la ciudad se remonta al período babilónico antiguo (1800-1600), tras la caída del imperio Ur III. El amorreo Sumu-abum (c.1894-1881) fortificó la ciudad con muros y de dinastía vendría Sin-muballit (1812-1793) y su hijo Hammurabi (c.1792-1700), el cual extendió sus territorios y tomó Eshunna, aunque su esplendor terminaría en 1499, cuando el rey Hitita Murshili I tomaría la ciudad, destruyéndola y acabando con la primera dinastía. Más adelante vendría el periodo casita, longevo, pero que igualmente terminaría tras la invasión en 1176 de Kutir-nahhunte, rey elamita. La segunda dinastía de Isin se hizo con el control de la ciudad. Nabucodonosor I (1126-1105) se proclamó rey de Babilonia y vengó los ataques de Elam, recuperando las estatuas robadas y elevando a Marduk como dios tutelar de la ciudad. Los mitos poéticos como el Enuma elis, se creen de esta época o al menos perpetúan su ideario. El periodo de este rey, aunque fructífero, se vio eclipsado por los asirios, los cuales saquearon la ciudad en el 689 tras su intento de independencia. En esta época resulta importante destacar la llegada de los caldeos y su participación en la vida política de la ciudad. Las rebeliones se intensificaron en el 652 y aunque el rey asirio Asurbanipal mantuvo la hegemonía, tras su muerte, el poder asirio languideció. Tras periodos de inestabilidad, se alzó Nabopolasar como rey en el 626, el cual, a través de una alianza con los Medos, derrotó a Asiria. Se hipotetiza que pudo ser caldeo y formó la última dinastía independencia de la ciudad. Su hijo, Nabucodonosor continuó sus luchas contra Egipto, destruyendo Jerusalén en el 587 tras la insurrección de Zedequías. La historia de babilonia y su importancia a través de la larga tradición cultural escrítica han convertido este emplazamiento en uno de los más importantes yacimientos mesopotámicos.
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